lunes, 25 de abril de 2011

La historia de una familia en El Salvador...1/10

Y no de cualquier familia. La mía. No entraré en intimidades, pero contaré en público lo que pueda. Estamos iniciando el siglo veintiuno. No sé ni cómo vamos sobreviviendo, pero lo estamos haciendo. Hace seis años que perdí un empleo estable. Hace cuatro tuve un empleo estable de 10 meses. Y desde hace dos años estoy en un empleo estable en el sector público. Lo de estable es relativo. Así me lo dijo un médico, gran eminencia en obstetricia. Lo que nos sucede es relativo. Hoy estoy bien, luego estoy mal, luego vuelvo a estar bien.
Sin embargo, considero que la voluntad de sacar adelante una familia es clave del éxito de la misma. Con la ayuda de Dios, que siempre ayuda a los que ponen los medios. Mi mujer y mis hijos son lo fundamental. En primer lugar, mi mujer, pues los hijos tarde o temprano se irán. Y nos quedaremos solos mi mujer y yo.
Mis padres se separaron cuando yo estaba en quinto grado. Puedo hablar de ellos porque ya fallecieron. Gracias a mi abuelo, que ya falleció también, pude llevar una vida estable. Entré al Externado San José en el setenta y siete. Grandes hombres habían estudiado allí: El Dr. Carlos Mayora Escobar, el poeta Roque Dalton, Armando Calderón Sol que defendió la vida en el Cairo y Beijing, Mauricio Funes actual Presidente de la República...Yo pude salir en el año ochenta y dos. Afortunadamente no estudié en la UCA, en donde uno recibe una buena dosis de lo mismo del Externado, por lo menos en aquella época. Para poner sólo algunos ejemplos, los bachilleres del Externado salimos hablando un montón de casaca política y menos de una formación coherente con la fe que se decía profesar: la católica. Sin embargo, no me daba cuenta que había una revolución en la Iglesia Católica a nivel mundial. Los curas del Externado habían estudiado en Lovaina y en Innsbruck, en donde se desafiaba al Magisterio de la Iglesia. No había modo de arreglar el pensamiento jesuítico en El Salvador. Koldverg el Superior de los Jesuitas dijo en 1988 que en Latinoamérica seguirían con la misma política. Así que mejor me fui a la Matías.

lunes, 4 de abril de 2011

AUN SE ESPERA AL CONNA (COMITÉ NACIONAL DE NIÑEZ Y ADOLESCENCIA)

Sostenibilidad, es la palabra clave para hacer efectiva la erección del CONNA, porque la LEPINA contempla una estructura organizativa bastante ambiciosa, pero cuyo esquema es muy difícil sostenerlo con el presupuesto nacional. El CONNA es la cabeza del Sistema Nacional de Protección de la Niñez y Adolescencia en El Salvador. Dentro de sus atribuciones está, por ejemplo, el financiar junto con las municipalidades, le erección de los Comités Locales de Protección de la Niñez y Adolescencia. Imaginen 262 Comités Locales. ¿Habrá que erigirlos por etapas? Nadie lo ha dicho.  También debe erigir las Juntas de Protección en cada uno de los 14 departamentos del país. Imaginen lo que significará pagar alquileres de locales, o compra de inmuebles para la instalación de dichas Juntas de Protección. Luego, los profesionales que deben constituir dichas Juntas de Protección: un abogado, un profesional de las ciencias de la conducta y otro profesional universitario: ¿Cuánto habrá que dar en concepto de salarios mensuales a estos profesionales? Hagan sus cuentas. Son millones de dólares.
Existe una propuesta de adecuación de la LEPINA a la realidad de las finanzas del Estado. El Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos ha divulgado a quienes están más cercanos a él. Pueden solilcitar una versión a él directamente, o insertar un comentario en este blog solicitando una copia de dicha versión de la PDDH, que a su vez la obtuvo del Comité de la Mujer, la Niñez y la Familia de la Asamblea Legislativa y la recibirán a vuelta de correo si lo consignan en su comentario.
Pero, ¿es el tema de la Niñez un tema que genera votos a los diputados? ¿Qué pasará con los compromisos de país en los que El Salvador debe llevar a cabo unas acciones bien concretas del Comité Internacional de la Niñez con sede en Ginebra?
Vale la pena oir lo que dice la sociedad civil organizada, es decir, ONG's dedicadas a la promoción de los derechos humanos en especial de la Niñez y Adolescencia, quienes a ultranza piden que el Estado cumpla la LEPINA. También, la opinión de tanques de pensamiento de la empresa privada, como lo ha hecho FUSADES.
Este y otros análisis los haremos en el transcurso de esta semana. Iniciemos el debate.

Francisco Morán.

sábado, 2 de abril de 2011

EL SUICIDIO DE UNA RAZA. (I)

Sábado 3 de octubre de 2009.
  
¡Alerta! ¡Alerta! ¡El Salvador está viviendo los albores del “suicidio de una raza”! Este mismo proceso lo han vivido naciones a lo largo de la Historia, con gran poder o sin él y se han aniquilado totalmente.
La población salvadoreña va en franco descenso. En julio de este año, el Ministerio de Economía presentó las proyecciones de los datos del “VI Censo de Población y V de Vivienda” de 2007, para el período 1950 – 2050 (www.censos.gob.sv). Lo que más resalta es que en los pasados 40 años la fecundidad del país se redujo en alrededor de dos tercios del nivel que tenía en los años 60. Actualmente, el país presenta una población con tasas de crecimiento bajos y con una estructura por edades de una población en proceso de envejecimiento. Para hacerlo más gráfico, de 2010 a 2015 habrá 160 mil personas menores de 17 años menos en El Salvador, es decir, cada año alrededor de 30 mil niñas, niños y adolescentes no existirán en nuestro país en los próximos 5 años.
¿Qué nos pasará después del año 2050? La respuesta está en la Historia de la Humanidad: nos pasará lo mismo que les ha pasado a todas las grandes naciones, incluso imperios, que por descuidar la fecundidad de las familias, núcleo de la sociedad, han decaído poco a poco, no por las invasiones de los enemigos de fuera, sino por el peor de los enemigos: por sí mismos.
Veamos que le pasó al imperio romano. Hutton Webster, PhD, Profesor de Historia Antigua, afirma: “Se dice que Roma no se construyó en un día; pero tampoco, el poder de Roma fue destruido en un día”. La Historia es la madre de la sabiduría, pues, la verdad, “no hay nada nuevo bajo el sol”. Y si les pasó a ellos, nos pasará a nosotros, también.
La peor señal del debilitamiento romano fue la necesidad de hombres para las filas del ejército y para cultivar el campo. Se dio lo que fue llamado “el suicidio de una raza”. La gente acomodada, que fácilmente podía soportar la carga de familias grandes con frecuencia eran reluctantes a cargarse con ellas. La falta de niños, sin embargo, no era exclusiva de los ricos, toda vez que las clases pobres, que se amontonaban en casas de albergue inmensas en las ciudades, no tenían una vida de familia verdadera. Por más que los emperadores obligaron a la gente rica a tener hijos y crearon instituciones para criar a los hijos de los pobres, no lograron impedir “el suicidio de una raza”. Por otro lado, mientras menos gente pagaba impuestos, había más carga para los que sí pagaban. No había manera de enviar gente al ejército, el ejército no podía sostener las fronteras atacadas por los bárbaros, de modo que irremediablemente se dio el colapso del imperio.
El Salvador no es un imperio, pero ha puesto en marcha “el suicidio de una raza”. No sé quién estará feliz con que seamos menos cada año. Si bien el 2050 habrá 8.1 millones de habitantes, la quinta parte será menor de 15 años (en el 2010 es la tercera parte), pero otra quinta parte será de 60 años ó más (en el 2010 es la novena parte), la pirámide poblacional será igual que la de los países europeos, con una base igual que su altura, con la única diferencia que no somos ricos. ¿Quién pagará las pensiones de los que en ese momento sean ancianos (que seremos los que estamos leyendo este artículo)? ¿Quién cultivará las tierras? Ya hemos tenido que permitir la inmigración de hondureños y nicaragüenses para cortar café en años anteriores. ¿Quién pagará los impuestos que los que no nazcan dejarán de pagar?
En este sentido, hemos visto cómo en Roma se despreció el apoyo a las familias, pobres y ricas, porque al llegar el momento de querer aumentar la población, las autoridades tomaron medidas que no dieron el resultado deseado, pues ni la represión a los ricos a través de la ley para obligarles a tener hijos, ni el asistencialismo a los pobres a través de instituciones que ayudaban a criar a sus hijos, a fin de que no tuvieran miedo de tenerlos, fueron exitosos. Estas medidas llegaron demasiado tarde. Lo curioso es que en la decadencia de Roma, era cosa común considerar al matrimonio como algo indeseable, al divorcio como una moda, al infanticidio o aborto como algo frecuente, al suicidio como indiferente, etc., grandes males que hoy por hoy se consideran como cosa novedosa, como “progreso” de una sociedad, cuando en el caso romano eran muestras o señales de la decadencia del imperio.
Por donde quiera que se vea, podemos cuestionarnos: ¿Qué van a hacer los tres poderes del Estado que tienen la autoridad de dirigir los destinos de nuestra nación, para detener “el suicidio de una raza”, en este caso, la “raza salvadoreña”? ¿Es posible creer que el hecho de que en el 2050 tengamos 1/5 menos de jóvenes menores de 15 años, casi 360,000 jóvenes menos, éste solo hecho no afectará la recaudación de impuestos que aseguren un reparto de la riqueza con justicia social? ¿Es posible que no se crea que la familia salvadoreña juegue algún papel en asegurar que vengan más hijos salvadoreños educados en los valores más sentidos por todos? Para el caso, ¿quién se habrá tomado la molestia de haber inculcado o conculcado los valores necesarios a los miles de jóvenes que se han involucrado en problemas de pandillas o maras en El Salvador? ¿Habrán tenido una familia que los educara y apoyara?
Como dice el jurista Malaurie: “una sociedad sin familias, o sin familias fecundas, está condenada inexorablemente a desaparecer”. Tal sociedad, también, está condenada a desintegrarse.
La Honorable Asamblea Legislativa no ha prestado la debida importancia al hecho que estamos viviendo ya en este momento: “el suicidio de una raza”, y ha dejado la puerta abierta a la posibilidad que algún convenio internacional imponga el matrimonio homosexual. Si lo que nuestro país va necesitando son familias fecundas para detener la desaparición paulatina de nuestra sociedad, “el suicidio de una raza”, ¿será posible creer que el matrimonio homosexual pueda considerarse fecundo? ¿Será posible creer que el matrimonio homosexual pueda considerarse la estructura social que permita un más completo e integral desarrollo de la personalidad del hijo? El hijo, por supuesto, adoptado. Si el “matrimonio” en El Salvador llegara a ser entre un hombre y un hombre, tal vez decidan adoptar un bebé; si llegara a ser entre una mujer y una mujer, tal vez adopten o tal vez una de ellas decida quedar embarazada, o las dos, pero por alguien que no es su pareja. De cualquier manera, una de las opciones más probable para tener hijos en este tipo de pareja será, necesariamente, la adopción. Ahora bien, ¿contribuye el matrimonio homosexual a la necesaria fecundidad, requisito indispensable para la supervivencia de la sociedad, y, en concreto, de la sociedad salvadoreña? ¡Para nada! ¡Se convertirán en parásitos de la fecundidad de otros! ¡No veo cómo es posible que el Estado se esté prestando a proteger un tipo de unión (la homosexual) que no ayudará a la sociedad salvadoreña a evitar “el suicidio de una raza”, que sí evitará, del modo más eficaz y barato, el matrimonio entre un hombre y una mujer así nacidos!
                                              
                                                                       Francisco Morán