sábado, 8 de octubre de 2011

LA CIUDAD DE LOS DE RAZA CATÓLICA, NO CATÓLICA Y NO CRISTIANA

Estamos en El Salvador, 12 de octubre de 2011. Hace quinientos diecinueve años Colón descubrió América, en 1492. Si Colón no hubiera descubierto América, ¿qué hubiera sucedido con nosotros? La verdad es que depende de quiénes seamos nosotros.
Tal vez el deseo de muchos salvadoreños es que era mejor que nos descubrieran los ingleses en vez de los españoles, porque si los ingleses conquistaron lo que es hoy los Estados Unidos de América y hoy ese país es de los más desarrollados del mundo y de los más ricos, entonces, piensan muchas y muchos, si nos hubieran conquistado los ingleses hoy seríamos un país desarrollado y rico como ellos, con un nivel de vida alto. Tal vez, de piel blanca, rubios o pelo negro, aunque sea; pero eso sí, con ojos azules y no católico.
Veámonos al espejo. Si usted es varón, con piel morena, los ojos algo achinados y de un color negro o café; pelo de rancho; o si usted es mujer, piel morena también, ojos algo achinados y pelo largo, negro y liso; además, ambos algo bajos de estatura, ustedes cumplen con la descripción para la mayoría de los salvadoreños. Pero existen minorías: unas y unos con pelo colocho, labios gruesos. Otros y otras con piel blanca, cabello negro o café o rubio y ojos café claro o verdes o azules, algunos altos de estatura y otros más bajos. Y también existen los no tan blancos. Algunos descienden de los asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering. Otros descendieron de los barcos europeos que venían con europeos, árabes, chinos o africanos. En El Salvador no existe una sola raza. Ni en América, tampoco. Pero desde el rio Grande hasta la Tierra del Fuego, una gran mayoría es católica, porque Colón, aunque genovés de nacimiento, venía en nombre de los Reyes Católicos españoles.
No es necesario, dice Lourdes Díaz Trechuelo, defender al indio de los “feroces conquistadores y crueles encomenderos”, porque ellos no existen ya, mientras que los aborígenes, exceptuando a los antillanos, conviven con los descendientes de los colonizadores, y han mezclado y vuelto a mezclar con ellos su sangre. Muchos atacan esa obra de España y propugnan una vuelta a las culturas prehispánicas; para ello habría que suprimir de Hispanoamérica la religión católica, la lengua española, los edificios sustentados por arcos, la escritura alfabética, la imprenta… Arrancar de las Antillas, de México, Perú, El Salvador y otros lugares la caña de azúcar; el café de Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador…, las bananas de Centroamérica, y eliminar de todo el continente vacas y bueyes, caballos y mulos, ovejas, y tantas cosas más que sería largo enumerar. ¿Puede pensarse mayor absurdo?
Hoy esa variedad de raza tiene una cosa en común. Todos vivimos en este país. Este país se llama El Salvador. ¿Percibimos ya el nombre del país? Tiene el nombre del Salvador del Mundo: Jesucristo. Es un país profundamente cristiano. A veces se pasa un poco en “clericalismo”, pues el Arzobispo de San Salvador tiene un peso grande, atribuido por muchos. Y cada vez más hay más no católicos e incluso no cristianos. Pero hablamos español en toda Iberoamérica.
No nos podemos quejar que los ingleses no vinieran a conquistarnos. La verdad es que si hubieran venido los ingleses, muchos de nuestros antepasados hubieran sido exterminados, de acuerdo a aquel dicho de los cara pálida: “No hay mejor indio que el indio muerto”. Es por esa razón que hay muchos piel blanca, rubios y ojos azules en Norteamérica, porque no se mezclaron con los indígenas. Tuvo mucho que ver la religión calvinista, que influyó mucho en los puritanos ingleses. Si en Norteamérica no existe una mezcla de razas sino hasta los últimos siglos, XIX y XX, es porque los antiguos pobladores de dichas tierras fueron exterminados o encerrados en reservaciones indias. Las razones del por qué hoy se da una mezcla de razas es porque la inmigración permitida en Norteamérica a principios del siglo XX y las luchas emprendidas por personajes como Marthin Luther King en el Sur de Estados Unidos, hizo cambiar los valores de un país que parecía que no iba a cambiar de actitud.
No podemos quejarnos de que El Salvador sea un país subdesarrollado, comparado con los Estados Unidos de Norteamérica. El desarrollo industrial se dio en los lugares de Europa en los que se dio porque sólo ahí se podía dar. Inglaterra se convirtió en un imperio poderoso a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Recordemos que ahí no hubo revoluciones. Es más, ahí se financiaron todas las revoluciones, como la que tuvimos con ocasión de nuestra Independencia, en 1821. Lourdes Díaz Trechuelo, afirma que a la Independencia siguió un agitado período de luchas internas y desórdenes que azotaron los recién nacidos países, a los que se trató de encajar, como camisa de fuerza, una ideología liberal, causante en buena medida del despojo del indio y de la formación de los grandes latifundios, por su absoluta indiferencia hacia los pobres, en unos momentos en que se establecen “requisitos de propiedad” para tener derecho a voto, y se considera la pobreza como signo de estupidez.  Recordemos que el siglo XIX, informado por el liberalismo, rinde culto al individuo, a la propiedad privada y al viejo principio romano del derecho que tiene el dueño a usar y abusar de las cosas que posee. El capitalismo engendrado por estos principios, vio al continente americano como un inmenso depósito de materias primas y mano de obra barata, a la que convenía tener a raya para que no fuese capaz de sacudir el yugo que se le quería imponer. Y para ocultar a las propias víctimas el origen de sus males se acude al socorrido tópico de la colonización española, “cruel y tiránica, dirigida por la Iglesia Católica que con su oscurantismo impidió el progreso”.
Los imperios crecen, se multiplican y mueren. Varios imperios pueden dar testimonio de ello: el romano, el otomano y, el más reciente, el inglés, que ha heredado el poder imperial a esos hijos de la Gran Bretaña que son los Estados Unidos de Norteamérica.
¿Qué fortalezas tenemos? ¿Es sano aspirar a un desarrollo que aumente el nivel de vida de los salvadoreños? Ya Pablo VI dijo en la década de los 60: “El desarrollo es el nuevo nombre de la Paz”. Todo lo que contribuya al desarrollo auténtico de este país, es digno de ser apoyado por todos. Es bueno que nos preguntemos por nuestras propias convicciones: ¿Creemos en la muerte de Dios y somos partidarios de los ídolos modernos a los que esta muerte ha dado lugar como son los ídolos del poder, del dinero, del sexo…? O por el contrario, ¿consideramos que en nuestro país existe la posibilidad de un renovado interés por la religión?
¿Cómo deberíamos resolver nuestros conflictos internos? Ante todo, los que somos católicos y los no católicos, tenemos ya un camino: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Cuando decimos “como a ti mismo”, dice Paul Ricoeur que entonces se “trasciende absolutamente a todas las diferencias legítimas y” se “atraviesa también los conflictos, no por entero para darles una solución falsa, sino para colocarlos justamente en una posición de entendimiento y estima mutuos”. Tenemos que perder el miedo. Tenemos que perder el miedo a decir la verdad. No como lo entienden los del IDHUCA respecto del hecho que abandera los intereses de un grupo muy poderoso, que tiene la firme convicción que todos debemos bailar al son que ellos marcan. “Ante todo, mi adversario es como yo”, dice Ricoeur. “Claro que sigue siendo mi adversario, es decir, que deberán encontrarse procedimientos de conciliación, de resolución de los conflictos, pero todo esto será atravesado en los cimientos por una especie de crédito que doy a mi enemigo, que es igual a mí”. Yo no veo esta filosofía en la actitud del IDHUCA con el asesinato de los jesuitas. Tampoco se ve ahí el enfoque de la Justicia Restaurativa que promueven entidades internacionales en el país. Tal vez porque la UCA no se llama, como muchos piensan, Universidad Católica. No. Se llama Universidad Centroamericana. Y de católico es lo que menos tienen ni pretenden que sea su identidad. Y pienso que con esto no los ofendo, sino que estarán de acuerdo que los describe muy bien, siendo como soy un ex alumno del Externado de San José.
¿Queremos conocer la realidad para poder encontrar una solución a los conflictos? Tal vez ayude la comparación de una nación que padecía bajo el régimen comunista: Checoslovaquia. Ricoeur en sus visitas constantes a este país encontró que el problema de los ciudadanos de este país, no consistía en saber qué régimen político o económico era el mejor, sino en advertir que decir la verdad y vencer el miedo, al mismo tiempo, son problemas que están vinculados. Encontró que el falso discurso, institucionalizado bajo el régimen totalitario, conduce a la ceguera. Es lo que sucede en Cuba, por ejemplo. Ahí los ciudadanos no “ven” exactamente lo que sucede. El rápido desmoronamiento de los regímenes que tenían los países detrás de la cortina de hierro, tal vez se deba a ese velo de mentiras que llenaba la comunicación en el seno de la familia, de la empresa y con mayor razón en las relaciones públicas, pues cayeron como un sistema de ilusiones, como si se hubieran descorrido las cortinas. El lenguaje es esencial para la vida política.
Se acercan las elecciones. Las de 2010, las de 2014 y las de los próximos veinte años. Siempre habrá elecciones. Pero eso no resolverá todos nuestros problemas, sino parte de ellos. Nuestros problemas los tenemos que resolver nosotros los que somos católicos, no católicos e incluso no cristianos. Hablando con la verdad y perdiendo el miedo. ¡Feliz día de la raza!
Francisco Morán. franciscomoran2000@gmail.com
(Este artículo lo envié a la Prensa Gráfica el sábado 8 de octubre de 2011, con la idea que se publique el 12 de octubre o después del 12 y antes del 17 de octubre de 2011).

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